lunes, diciembre 04, 2006

Paramundos interespéjicos consientes

-¿En qué sentido gira la vida?

-No sé, pero… ¿qué pasa?

-Ay ya… qué sentido tiene hablarte a mi…

-¿Cómo quieres que me responda, si yo me preguntas?

-vete!!!

-para eso tienes que irte tu… y así nos vamos

-si la angustia no durara tanto no tendría esta conversación…. ¿Por qué no puedo romper el espejo?

- por que no me matas, y a ti tampoco…

-No sirve de nada… por más que rompa todos los espejos del mundo no desapareceré…

-al infierno se va por atajos, jeringas, recetas… es fácil

-para qué quiero un viaje si ya estoy acá.

-¿por qué me odias tanto?

-porque eres mi reflejo…

-¿y qué mal te he hecho?

-la posibilidad de verte todos los días para que me refriegues en mi cara lo que soy…

-lo que somos….

-como quieras…

-¿y qué somos?

-una puta mierda inútil sin valor para aceptar lo que nos toca, por que siempre es malo.

-que triste…

-es lo que nos toca… y es triste…

-sabes que es triste?... tener que ser a costa de otro, solamente poder ser cuando otro se mira al espejo, y mas triste aún es que cuando eres, la única persona que siempre ves te odia, te insulta y termina por romperte el mundo…

-bueno… mi reflejo es triste por que mi vida es triste…

-yo no puedo como tu hacer mi vida cambiar… yo vivo a medida de cómo tú vives y no puedo elegir…tu si.

Se rompe el espejo.

Pablo Serey

sábado, octubre 21, 2006

la traición no del corazón

Escarbaban en la sombra, rompían el suelo con el silencio de la voz…. Sólo se escuchaba el saltar de la tierra sobre la tierra, una que otra piedra que costaba sacar. Hasta que un agujero considerable donde cabrían dos gatos pequeños más o menos, introdujeron el corazón aún latiendo botando aún los últimos restos de sangre tibia… taparon con la tierra acumulada y se fueron a lavar con agua y jabón una a la otra, se secaron y cayeron bajo una almohada para que la cabeza cayera sobre ésta descargando alaridos y sollozos de soledad.

Al despertar, él se dio cuenta que sus manos estaban dormidas y no las sentía. Poniendo sus manos suavemente colchón abajo para que volviera la sangre de la forma más rápida posible para sufrir menos, pero ala vez dejando que el dolor penetrara por sus brazos hasta su pecho vacío. Y comienza al fin el malvenido día…

…Lup-dup… lup-dup…

Se levanta, camina a prender el calefon… está prendido, da igual…

…Lup-dup… lup-dup…

Se ducha, se viste, suspira…

Ahhhhhhhhhhhhhhmmmmmmm…. Silencio…

Siete pasos…

…Lup-dup… lup-dup…

La puerta, las escaleras o el ascensor… da igual…

…Lup-dup… lup-dup…

La micro, la espera, las monedas, el corte del boleto, el frenazo (micrero de mierda), sentarse a como de lugar… el discman… música… nada… sólo pasa la cuidad como una vertiginosa niebla gris con retazos de color... se baja, guarda los audífonos con dificultad….

…Lup-dup… lup-dup…

Camina, pasa su medio día

…Lup-dup… lup-dup…

Llega el sol a calentar la mollera, no hay sombras… es hora de volver…

…Lup-dup… lup-dup…

Al llegar pone una canción en el computador que le ha sonado en la mente desde que despertó, toma una almohada y se acuesta en el suelo al lado de la cama, un par de frases producen pena…. Pero al fin y al cabo la maldita canción no produjo el efecto esperado… silencio…

… mas silencio

…Lup-dup… lup-dup…

Un latido en la sub terra, en el inframundo… ondas de sonidos que pasan por un vacío que se quiere volver a llenar…

Salen de la nuca, se separan, bailan un compás nervioso conjunto con el cuerpo, vuelven al rincón sombrío escarban, escarban… el silencio de la voz., la respiración agitada, la tierra choca con la tierra.

Lo encuentran, latiendo, aún rojo, con sus arterias desgarradas y la uña del pulgar marcada a un lado… ambas lo toman, sienten su calor lo besan con sus cinco yemas… lo ponen en su lugar…

Una sonrisa se asoma en su rostro tras el cabello negro sudado y mojado por la niebla que acaba de subir.

Pudo alguien haberlo dejado solo, pudo alguien hacerlo llorar de dolor, pudo alguien hacerlo sentir que todo es intrascendente… pero su corazón nació con él… nunca lo ha dejado ni nunca lo dejará… por más roto que esté intentará latir de nuevo al ritmo de otro corazón tras otros pechos tibios…

No me dejes que ambos nacimos juntos y ambos somos los que sentimos el amor, ambos somos los que trabajamos juntos para eso… al igual que tus manos que juntas han logrado este milagro.



Pablo Serey

miércoles, septiembre 06, 2006

Desperté de golpe... otra vez entre las sabanas no encuentro mi corazón

Y así en las noches de frió

Llegan las flores a darme consuelos

En bellos sueños que me dan la nostalgia y me espantan

Cuan pesadilla maldita,

Dándome lindas esperanzas y pasados idílicos,

En situaciones bucólicas que me hacen sonreír.


Pero al despertar veo

La oscuridad de la pieza y de mi alma.


Angustia que no cesa y se intensifica con bellos sueños,

Que toman la gravedad de pesadillas,

Y me hacen mal en un efecto retardado.


La extraño si, de eso doy cuenta,

Y me gustaría tenerla aquí,

Y de ese imposible los sueños me dan esa linda posibilidad

Pero comienzo a pensar…

Ubi sunt aquella sonrisa mía,

Ubi sunt mi corazón,


Lindos sueños que llevan a ese lugar….

Pero que maldita sea! estén lejos…

No quiero verlos más…

Al menos

Hasta que el Ignis Amoris vuelva al corazón

Que esta felicidad dura fragmentos de segundos

Y el pesar todo un sábado sin sabor.


YO

lunes, septiembre 04, 2006

Downfall

He caído por tu espalda de porcelana perlada

Hacia el pálido abismo que esta noche se ha entregado

En medio del vértigo espectral de sombras quejumbrosas

Me extravío buscando tu emblema de musa alada.


Y tu ausencia es una habitación sin ventanas

Espesura inexpugnable, juncos de sombra y hastío

Y caigo en la inevitable amistad de las mantas

Pactos demoníacos de abrigo y de frió.


Es el llanto salvaje, en medio de los microbuses y las vidrieras

Clamando un mar de murallas pesadas como montañas

Es el llanto inmemorial como bosques pedernales

Desatando en la furia feroz un grito desgarrado.


Y he prendido velas como azulejos antiguos

Para vernos claros y no perder la transparencia de tu silueta

Añoranza de amores enmohecidos, desfigurados

Carcomidos por la rutina inexorable de una ciudad aciaga.


Victor & Pablo Serey s'

domingo, septiembre 03, 2006

Oda al pilucho desvergonzado en piedra.

Oda al pilucho desvergonzado en piedra.

Dícese de ti, que das frió

En medio de las noches constreñidas y arropadas

Estoico personaje nudista, impotente

Que tus dos caras muestras a la impávida gente.


Espasmódico agresor

Beatas te blasfeman, midiendo la aventura

Que en una noche de envergadura

Solo tu disco vea el sol.


Y a poto pelao sacas pica

Al libertario cabalgante soñador

Al transeúnte pudoroso oficinista desgraciado

Que desde su ventana a los 4 mil envidió.


Así seguirás por los siglos de los hombres

Oh, pilucho maniquí peatonal

Danos otra pose, no creamos que eres fome

Después de tanta desvergüenza dominical.


Oh pilucho, Adán de mármol martillado

No nos dejes caer en la tentación

De esculturas Pop-art-post-vanguardistas

Mas líbranos de todo Hasbun… (y de la CTC) … Amen.


Victor & Pablo Serey s'

sábado, septiembre 02, 2006

Cuento Apócrifo de Edgar Allan Poe

De una forma, podría explicarte, aquella vez, ese día, tantas sensaciones, tantos sentimientos, tan largo, a pesar que fueron fragmentos de segundo, tan sensible… no se. Las sombras caminaban, ese día, entre las nubes tanto como la luz, de todas maneras… creo que existió.


Esa mañana me desperté temprano, con un amargo sabor en la boca, con un dolor en las entrañas, aún borracho, mi almohada olía a cerveza y me di cuenta que estaba casi desnudo.

Aun escuchando los ecos de mis sueños, enfoque mi vista, respiré hondo y miré hacia mi derecha. Sentada, majestuosa, estaba ella, mi pequeña Virginia, mirándome despertar, seria, con esa mirada penetrante y socavona, no dijo nada, pero con la sola expresión de sus ojos me di cuenta que, otra ves, la noche anterior bebí mucho y ella me fue a buscar y me cuidó por toda la noche desvelándose. Enseguida quité mis ojos de los suyos, pronuncié con dificultad la palabra perdón, ya que, me costó despegar la lengua del paladar.

Ya sentado en mi colchón, con las sábanas hasta la cintura, ella me alcanzó un vaso de agua, que yo me lo bebí en un abrir y cerrar de ojos, la miré y ella me quitó el vaso de las manos sin mirarme y lo dejó en la mesita de luz. En ese instante, el sol se asomó a través de la cortina e iluminó a mi pequeña Virginia, sentí un dolor hormiguearte por todo el cuerpo y una piedra en la garganta, esa hermosura, me dolía, me dolía pensar que tan bella criatura estaba desilusionada de esta bestia borracha, pensar que mi amada prima lo dejó todo por este escritor de mala muerte, y yo le pago así...

Me sacó de mi ensimismamiento el graznido de un cuervo en la ventana… un cuervo grande y negro, me atormentó esa imagen, aun más cuando vi que me miró, chilló por segunda vez y hecho a volar. Para olvidarme de aquel tormento, miré a Virginia y para mi regocijo ella estaba sonriendo, ampliamente, con la sonrisa más cálida y grata, como nunca antes esa hermosa expresión en su rostro me llenó de tranquilidad y me abotonó como una flor de noche me llenó de calor y escalofríos de ese que te gusta cuando despiertas.

Entonces me dijo:

-Que bueno que estés bien… me gusta verte calmado… así que no te estreses.

-¿Estresado yo?-mentí yo-No lo creo.- realmente me sentía agobiado y abrumado… como siempre.

Ella volvió a sonreír y me dijo:

-Ahora me debo ir, se me hace tarde. Te dejé un café en la mesa.

Al levantarse, su pelo flotó en mi mente y por un instante creí estar viendo una imagen angelical brillante como las nubes delante del sol. Intenté darle las gracias, pero las palabras no salieron de mi boca.

Me vestí flojamente pensando en nada, y busque con dificultad mis zapatos y mi corbata. Ví mis anteojos en la mesita de luz puestos prolijamente probablemente por Virginia; y al ponérmelos, curiosamente, me sobresalté mucho por que mi pieza parecía otra muy diferente a como la vi al despertar. Aludí este fenómeno al sueño y razoné también a que no consumía esa porquería de opio hace semanas, así que no podía ser una alucinación.

Salí de mi habitación arrastrando los pies, con mucha sed, me bebí mi café precipitadamente miré mi máquina de escribir que me produjo una sensación de nostalgia y añoranza. Finalmente acaricié el picaporte de la puerta de entrada y casi rutinariamente salí y cerré con llave.

Caminaba por las calles de Baltimore con espasmo, desinteresadamente. Al pasar por un bazar el vendedor me ofreció una botella de whisky a muy bajo precio que yo no la acepté pues tenía solo un par de centavos y no tenía mas ganas de alcohol; solo me limité a comprar un cigarrillo barato, pero el vendedor insistió, yo seguí negando, casi violentamente me dijo que me la llevara gratis, yo seguí negando, finalmente con los ojos entornados y gritándome me lanzaba improperios y maldiciones con la botella de whisky en la mano, yo salí corriendo del local incomodo y asustado y éste ya sin nada más que decir me grito:

-¡te juro que te irás conmigo!-y quebró la botella contra el piso.

Yo lo miré con desprecio-viejo borracho-dije, pero al decir esto una perturbación me sobresaltó de golpe, pensé, yo acabo de despertar de una noche de borrachera, y mi lucidez no es la de antes. Ese razonamiento me llenó de angustia y desesperación. Acabé por prender mi cigarro y aspirar toda la nicotina posible.

Caminé indefinidamente y sin rumbo hasta llegar a la calle: “Ronald Urich E.” y me di cuenta que estaba en el frontis de la ex Morgue de Baltimore ahora en proceso de demolición para hacer una imprenta. Me sobresalté y sentí un frió de muerte y un sabor ácido en el aire. Me acomodé el abrigo y seguí caminando a paso rápido; al doblar la esquina, me di cuenta, de golpe, que estaba la policía, un cuerpo tapado en el piso con un charco de sangre y una mujer llorando desconsoladamente con las manos ensangrentadas que decía entre sollozos:

-¡yo…ll..yo lo v…vi!… era al…alto y con u…una pist…t…pistola lo… lo… le apuntó y… y…

-tranquilícese señora si sabemos… ahora explíquenos que pasó.

No me sorprendió la pregunta del policía, me parece que los policías civiles no tienen mucho más allá aparte de su porra. Por suerte había un detective que la interrogó con preguntas más contundentes. Pero lo que me llamaba la atención no era la policía ni la señora; era el cuerpo, yo me acerqué lentamente hasta llegar con los pies hasta la bolsa de nylon que tapaba al inerte hombre, nadie se percató de mi presencia. Una mujer policía enmascarada, sin mirarme siquiera, y sin ninguna precaución, por si acaso hay curiosos, destapó una parte del cadáver. Enseguida me di cuenta que fue un disparo a la cien del individuo, estaba de espaldas, se lograba apreciar por donde entró la bala mortal, se veía un solo ojo desorbitado y a medio cerrar, ya que, el otro estaba reventado por la salida de la bala, con los sesos cayéndole por la mejilla, que aún le quedaba un leve tic de algún nervio que todavía reaccionaba a su inerte bulto. El pelo chamuscado y pegado por la sangre seca y una expresión de espanto, llenaba lo que quedaba de rostro del difunto. De la desnucada cabeza y de la mandíbula desencajada un hilo de sangre le corría. Esta sangre se aglomeraba en un charco ya coagulado pero aun viscoso y con restos de masa encefálica a pocos centímetros de su oreja derecha. Del tuberculoso fluido que provenía de la boca del hombre se extendía un charco aun fresco de sangre a la que se acercó de la nada y sin que nadie se fijara un gato negro con manchitas blancas en el cuello que comenzó a beber de este charco, yo me sobresalté con un bufido, de un salto el gato se erizó, me miró y pegó un gruñido como el de un tigre…era tuerto… me miró… me rugió…me habló… me miró… su ojo…me dijo…

-Que Dios te ayude…

Desperté en mi cama… era un sueño… solo un sueño…debían ser las cuatro de la mañana.

Vi a Elmira durmiendo a mi lado, mi novia de adolescente y últimamente compañera. Si, era un sueño… mi Virginia murió hace mas de un año, un sentimiento de pena pero extraña seguridad me llenó. El olor a cerveza me mareaba, tanto que me levanté para caminar, en eso desperté sin querer a Elmira, ella me miró sonriendo y me lanzó a la cama, de pronto violentamente me comenzó a hacer el amor, yo no quería, estaba aun mareado y recordando mi extraño sueño, eso me enfadó, me llenó de ira, me di vuelta con ella y comencé a hacerle el amor de forma aún mas violenta, la miré a sus azules y bellos ojos, eso me tranquilizó pero le seguí haciendo el amor arrebatadamente, hasta que, por un segundo, una ráfaga de luz pasó por entre la sábana, y en su cara de placer, la imagen de Elmira me espantó. Era ella, si era ella, pero a los once años, edad en que nos conocimos, ¡estaba haciendo el amor con una niña de once años! De un grito me alejé de ella tapándome la boca y retrocediendo aterrorizado mientras ella me miraba extrañada… pero seguía siendo ella, la niña, le grité que se alejara entre sollozos, y de mi parte intenté tomar una almohada y taparme la cara, me sentía un violador, una bestia asquerosa y depravada, ella intentó sacar la almohada de mi cara, ya había prendido la vela. Yo me preparé para lo peor, tener que enfrentarme a la cruda realidad, cegado de todo pensamiento, pensé que no era ella si no otra joven, eso me atormentó aun mas, comencé a gritar, pero para mi sorpresa, ella volvió a ser la Elmira de ese tiempo. La paciente mujer que me acompañaba en estos oscuros tiempos.

Elmira me miró aprensivamente, con aire médico me tocó la frente y me examinó el pulso, yo, aun agitado y sudando frió la miré, creí haber enloquecido, ya estaba esperando que ella empezara a escribir una carta a alguna casa de orates, pero no, me tomó de los hombros, me recostó silenciosamente y me dijo que me traería una taza de té caliente. En ese instante pensé que lo único que me calmaría sería el opio, un incontenible deseo, casi desesperado y adictivo me inundó, necesitaba esa endemoniada hierba, tenia que conseguir la maldita semilla de amapola, era lo único que me calmaría. Después de una hora de tensión muscular en mi cuerpo se comenzó a experimentar un escalofriante frío. Elmira ya se había vestido, en todo ese tiempo me estuvo hablando como una madre a su enfermo y afiebrado hijo que despertó de una terrible pesadilla a mitad de la noche. Cuando la penumbra comenzó a desaparecer con las primeras tímidas sogas de luz solar, ella me recomendó que me levantara:

-Debo ir al periódico –me dijo- parece que tu crónica se publicará mañana, cuídate mucho, me preocupaste bastante esta madrugada, debe ser el surmenach que te tiene así.

Yo le encontré la razón, no se si por que me autosugestioné a manera de calmante, o por que tenia realmente razón.

Salí a caminar, debía de todas maneras pagar el arriendo del apartamento.

Caminando por los callejones aledaños al muelle central un poco de brisa atlántica me despejo la vista. Luego de unos minutos placidos, volví mis intenciones hacía el pago del apartamento lo que me llevo a otro callejón mas pequeño, pensando en un atajo. Cerca de un basurero raído y sucio había un hombre con abrigo y sombrero, que me ofreció, por solo tres dólares entrar a un sahumerio de opio clandestino a tres cuadras de allí, el hombre por poco me convence, pero la falta de dinero me impidió cerrar el trato, debía pagar el arriendo.

No se por que este misterioso y oscuro hombre me recordó al viejo loco de la botella de whisky de mi sueño. Pero su actitud fue muy similar; me llamó cobarde, y me juró el infierno. Yo corrí, corrí tanto como pude, tenía miedo, quise ir a la catedral, al llegar me persigné y me senté en los primeros puestos muy cerca del grotesco y desproporcionado cristo de madera que colgaba del altar, me puse a rezar bajo él, no se por que, pero rezaba casi llorando de fervor la única oración que recordaba, el padre nuestro.

Cuando creí haberme calmado ya, un tremendo estruendo me sobresaltó y llenó de nervios; las campanas, las campanas hacía un disonante y metálico sonido que me despertaba temor y angustia, ensordecedor ruido que me sofocaba la vista y no dejaba enderezarme, como si el diablo estuviera en el campanario tocando con discordante poder las campanas de la catedral. Al lograr enderezarme, salí corriendo como si estuviera en medio de un terremoto, con las orejas tapadas y los ojos apretados. Al empujar la pesada puerta de entrada, el estruendo siguió pero mucho mas lejano y normal. Una paz me llenó en ese momento, una paz muy grata y tranquilizadora, respiré profundo y miré en derredor, un borracho en bicicleta paso a toda velocidad y tambaleándose y soltó una botella vacía de vino que no se quebró al caer, quedé mirando sin mirar por un buen rato, hasta que me di cuenta que estaba observando la botella, ésta tenía un papel dentro, me emocioné quizás era una carta merecedora de una gran crónica para el periódico, o un grito desesperado de auxilio de un rehén de una banda de criminales, que puso astutamente la botella en la bicicleta para el periódico, intenté sacar el papel por la boca de la botella pero no pude, con impaciencia terminé por romper la botella. Me llevé una fuerte desilusión al darme cuenta que el papel que estaba dentro era simplemente la etiqueta de la botella que la habían despegado y metido dentro.

Caminé melancólicamente por las calles solitarias y frías, me di cuenta que era mas de medio día, pero al pasar en frente de una carnicería, se me quitó el apetito al recordar el olor a muerte que expele la carne sangrante. Culminé por fumarme un cigarrillo, y sentarme plácidamente en la plaza, comencé a observar la curiosa fauna de la plaza, hormigas trabajando incesantes y resignadas, productivas mucho mas que cualquier humano, saltamontes en las ramitas saltando de aquí para allá, moscas vagando por los aires, pájaros trinando que uno solo veía una sombra volar entre los árboles y un escarabajo que brillaba mucho, como el oro, esto me produjo risa, me recosté en el banco y miré el cielo, el escarabajito se me posó en la mano, yo miraba las nubes consternado pero sonriente, el viento me susurraba al oído, de repente sentí una gran punzada en mi mano, el escarabajo, el escarabajo se metía en mi piel y me dolía, me pinchaba…

¡Aaaaaaaahhhhhhhhhh!


De un grito desperté, recostado en el catre del hospital, con un suero en mi mano, todos me miraron pero no podía más hablar, los miraba de reojo, no quería que me vieran llorar, no quería que vieran mis ojos vacíos, quería esconderme, saltar, pero no pude moverme amarrado me tenían, ¡como a un perro! Quería quemar todo, morir, morir por fin, en paz, abrigado. Sin necesidad de dinero ni de comer… ni de escribir… solo pido una cosa, sólo una, espero que me la concedan, no quiero encontrarme con diablos de tentaciones que me persiguen diciéndome que me llevarán, ni con imágenes espantosas, quería ser libre, volar, volar, solo pido:

-¡Que Dios ayude a mi pobre alma!

En ese instante sentí que el aire no lo necesitaba más, caminé, quise volar, volé, al fin, fui feliz, pleno, y vine a verte, ahora estoy aquí, realmente gracias por escucharme, necesitaba contar mis últimos segundos. Recurrí a ti por que me contaron que lo sabes todo, y que puedes ayudarme… como lo deseo.

* Edgar Allan Poe muere un 7 de Octubre de 1847 en Baltimore acosado por el delirium tremens y por horribles interrogantes y fantasmas que había adjudicado a muchos de los protagonistas de sus relatos.



Pablo Serey